miércoles, 16 de octubre de 2013

Tenía el invierno en la mirada


En un día de niebla como el que hacía, el humo de su cigarro se disimulaba completamente en el ambiente. Era difícil diferenciar entre la neblina que le calaba hasta los huesos y el humo que le calaba los pulmones. Por eso le encantaban los días así, siempre le había gustado pasar desapercibida y qué mejor que un día gris, oscuro e inundado por una fuerte nebulosa blanca. 

Era menuda, pequeñita, muy poca cosa. Andaba con aires melancólicos y cualquiera que la hubiera mirado detenidamente, a los ojos, se habría percatado de que tenía el invierno en la mirada, y el miedo en las mejillas. 

Cuando empezó a llover tiró su medio cigarro al suelo, le dio un pisotón y se arropó a si misma con los brazos. Era más bien un acto reflejo, porque en realidad siempre le había gustado el frío. Sentir el frío la hacía sentir viva.

Ya empapada, de repente, dejó de notar la lluvia. Un paraguas solitario (o solidario) la estaba dando techo. De la mano del paraguas iba él. 
Bastante menos empapado y bastante más sonriente que ella.

Ya resguardados de la lluvia bajo aquel paraguas negro, él comenzó a hablarla. No sabía cómo ni por qué aquella chica le intrigaba tanto. No sabía por qué sentía esa necesidad de abrazarla, cuidarla; pero la sentía. La habló de viajes, de deseos, de sueños.

-Sabes, a mí siempre me ha dado mucho miedo quedarme sin sueños- fueron las primeras palabras de ella.
-Bueno, en cierto modo, sabes que si te quedas sin sueños es porque ya los has cumplido todos.

El quería ser su sueño. Lo había sabido desde que la vio por primera vez, hace un año en el metro. Y lo lleva sabiendo los 365 días que la lleva viendo mañana tras mañana. Y, sobretodo, lo sabía ahora. Ahora que por fin se había decidido a hablarla. 

-Te invito a un café, venga va, y así seguimos hablando un rato. Que además aquí fuera hace mucho frío y tus labios están empezando a cambiar de color.

Ella accedió, estaba helada y un café la vendría bien. Pero no podía quedarse. 

-Oye mira, déjalo. No tengo tiempo. No quiero nada y me tengo que ir ya. 
-Te llevo observando todo este rato, de hecho te llevo viendo en ese metro desde hace tiempo, cada uno de tus movimientos, palabras, gestos, guiños; te he dibujado, te he escrito poemas, te he soñado y, te voy a decir una cosa, eres tonta si piensas que tú y yo podemos estar con cualquier otra persona que no sea tú y yo.

Hay veces que las cosas son inevitables. Que suceden porque tienen que suceder. 

Hay días que son el principio de toda una vida. 

Y hay personas que aparecen como superhéroes dispuestos a salvarte.