jueves, 17 de octubre de 2013

Siempre nos quedan las palabras


Como cada noche, le hice una proposición.

-Si quieres, nos quitamos la ropa, y leemos algo.

Esas eran sus palabras favoritas. Era como una niña pequeña, le encantaba que leyéramos antes de ir a dormir, juntos.
A veces la leía yo, y a veces era ella quien dejaba escapar entre sus labios las palabras.
Le encantaba pasar las páginas. Lo hacía con una delicadeza abrumadora para poder escuchar el frágil sonido que hacía el papel.
Las historias recorrían nuestros cuerpos e inundaban nuestras mentes de nuevos amaneceres, de lluvia, de puestas de sol en el mar, de carreteras y caminos a medio hacer.

Cuando terminamos de leer, se quedó con la mirada perdida en la última página de aquel libro.

Y, en ese momento, me entraron unas ganas arrebatadoras de escribir bajo aquel "fin" que no existían finales si me seguía mirando.