viernes, 4 de enero de 2013

el hombre de los paraguas


 
En la tienda de paraguas hay un hombre que la visita todas las semanas. El temporal arrasó todos sus paraguas y los colecciona en la habitación de invitados. Hay amasijos de hierros de todos los colores y formas. Siempre compra el más caro, pero siempre le pasa lo mismo, el viento puede con sus varillas y le da la vuelta haciéndole ir hacia el cielo. Ante la mirada atenta y divertida del resto de transeúntes.
Mientras él lucha contra el viento y se empapa por dentro, todos ríen para sus adentros. Nadie sabe de su maldición, los colecciona como recuerdo de lo que ya se fue, lo que se llevó el viento. Los compara con las palabras, los momentos que no significan ya nada, lo que ya no importa y en su día fue motivo de existencia. También con los corazones frágiles, los que vuelan con el más mínimo soplido y se rompen cuándo ya no hay sueños. En la tienda lo conocen ya, le saludan amablemente y le dan a escoger, la dueña sonríe y comenta para sus adentros: Este hombre siempre va en contra del viento. Y no se equivoca. Había escogido luchar contra viento y marea en la vida. Había escrito cada sueño en la tela de cada paraguas y todos habían sido arrasados, no se puede luchar contra la tormenta. Había empeñado el corazón, los sueños, los ojos, las manos y casi toda su alma para conseguir un sueño. Escribió en cada pared "Tengo ganas de ti " y nadie fue capaz de leerlo, todos pasaban de largo y miraban hacia el suelo. En su colección de sueños oxidados estaba el más importante de todos, el más grande. El paraguas que llevó cuando se despidió de ella por última vez y cayó el diluvio universal desde el cielo y desde sus ojos. El viento también se llevó ese paraguas. Y él se quedó mojándose, empapándose de lo poco que le quedaba, la lluvia.
Quizá había nacido destinado a sentirla a flor de piel. Quizá no había paraguas que le protegiera de ese cielo y de las tormentas que arrasan todo. Pero él no cesaría en su empeño, aunque tuviera que comprarse todos los paraguas del mundo. Lucharía hasta el último día por los sueños que cobijaban esas varillas de hierro. Escribiría: “quiero ir a la luna, quiero ir a por ti”;  hasta que algún día, por fin, dejara de llover.