domingo, 7 de octubre de 2012

old love


El otro día en el metro vi a dos abuelos enamorados. Enamorados no de “llevamos una vida juntos”, sino enamorados de “nos estamos conociendo y me tienes enamorado”. Parecían dos adolescentes, allí, en el metro, delante de todo el mundo, sin pudor ni normas, tonteando como tortolitos.

-Me ha encantado pasar esta maravillosa noche contigo-dijo él.

-Hacía mucho que nadie me hacía reír así- contestó ella.
Me sentí mal por estar escuchando una conversación tan privada, tan suya, tan especial. Pero me pareció todo tan bonito que no pude evitarlo, como tampoco pude evitar armar mil historias en mi mente sobre cómo se conocieron o a dónde habían ido hoy. 

-Prométeme que nos veremos otro día- le dijo ella con una sonrisa tímida.

-No te lo prometo, lo juro.
Los dos sonrieron y se miraron, como si ya con eso se lo hubieran dicho todo. Palabras las justas, miradas a borbotones.

Cuando ella legó a su parada, se levantó y le dio dos besos.

-Adiós, hasta la próxima- le dijo antes de salir por la puerta.

-Espero que eso sea pronto- respondió él, sin ni siquiera estar seguro de si le había oído.

Estaba enfrente del hombre, le miré, primero sus ojos se pusieron algo tristes, supongo que por la despedida y por querer que la noche se alargase hasta el infinito. Luego miré su boca, una sonrisa. Sonreía, como algo inevitable, como una reacción biológica de su cuerpo ante un estímulo externo. Sonreía como un tonto enamorado, como un adolescente hormonado, como los guapos de las pelis.

Debían tener 70 años, y ni antes ni después, justo a esa edad, se habían encontrado el uno al otro.

Nunca sabes cuándo va a llegar tu media naranja.
¿Y si el amor de mi vida llega a los 70? Bueno, entonces intentaré sonreír y disfrutar como parecía que hacían ellos