lunes, 11 de junio de 2012

Sorpresas al abrir la puerta


-Sólo he venido para decirte que te quiero, Lucía. Que te quiero en verano, en bikini y shorts y con un helado de mora en la mano. Que te quiero en otoño, con el gorrito de punto blanco y corriendo entre las hojas secas fingiendo que eres un avión. Que te quiero en invierno, con el abrigo abrochado hasta las cejas, la bufanda y el vapor de tu aliento aventurándose por mi nariz. Que te quiero en primavera, con el vestido blanco que, como ya sabes, es mi favorito. Cuando floreces, y eres más bella que todas las rosas de mi jardín. Y esto no te lo digo porque Marta se haya marchado, porque estés sola o porque sea San Valentín. Es porque he pasado las últimas dos horas y cuarto mirando nuestras fotografías, hasta que se me ha ocurrido que revivir los recuerdos sería más divertido si los creamos otra vez. ¿Qué me dices? Un año no es tanto tiempo. Sigo teniendo el Chevrolet que me compré cuando estábamos juntos, de hecho está aparcado en la puerta, esperando a que subas para arrancar y llevarnos a donde tu brújula nos diga.

-Lo siento, Mateo, lo siento tanto. Te eché de menos en verano, cuando llegué a la playa y ya te habías marchado, y comí tanto helado de mora que ni siquiera entraba en mis shorts favoritos. Te extrañé en otoño, cuando todos los árboles de mi jardín conservaron sus hojas y mi avión se había quedado sin gasolina (te la habías llevado tú). Te eché de menos en invierno, cuando tuve que hacer guerras de bolas de nieve conmigo misma, y me comí veinticuatro uvas(las tuyas y las mías) y del empacho que me dio no pude salir a la calle a contemplar mi aliento formar nubes. Te extrañé en primavera, cuando cada margarita que deshojaba me decía lo mismo: No, no te quiere. (Y encima las rosas de tu jardín, que son las más malvadas, añadían: Si lo hiciera, no se habría marchado nunca). Así que quemé ese vestido que tanto te gusta, y pasé dos horas y cuarto contemplando nuestras fotografías. Y decidí que ya estaba bien de esperas sin sentido, y que ya iba siendo hora de encontrar otra media naranja con la que crear nuevos recuerdos.
Así que le puedes decir a tu Chevrolet que lo siento mucho, y que me encantaría que me llevara, pero que mi brújula y yo hemos decidido que tú, Mateo, ya no vas a ser el Norte nunca más.