domingo, 22 de abril de 2012

me gusta aprender palabras nuevas, como serendipia.


Todo es una serendipia, un accidente genial, las veces que esperamos que el destino nos traiga lo que tanto ansiamos, casualidades causalidosas. Tomar un café helado, hablando de tantas cosas que el café se enfría aún más y no nos queda tiempo para un beso o dos. La soledad de los pulmones que cogen frío por vivir en un ático. La vida. Sopa caliente para los males del corazón, que aunque no esté rica el corazón logrará sonreír. Afuera llueve, desde la ventana parece otro mundo. Recuerdo cuando era pequeña, y la ventana quedaba muy alta, parecía la salida a ese mundo, el mundo genial. El de la lluvia, el sol y las flores. De pequeña me acurrucaba entre las mantas esperando que dejara de llover, y ahora que soy más mayor pero más pequeña sigo haciendo lo mismo. Hay demasiada soledad por el pasillo, tanta que parece una pista de hielo, hay que tener cuidado para no tropezar. En la cocina la televisión ladra cosas sin sentido, el perro habla sobre la lluvia, el pote está calentándose. Yo sigo en silencio. Quizá solo necesito una bufanda de alegres colores para poder salir entre la lluvia, quien sabe. Aquí mato el tiempo observándolo todo. Por momentos estoy triste, y por momentos feliz, la soledad es así. Los pulmones se resfrían, y a veces cuesta respirar. En cambio, otras veces me pierdo por los lunares del techo y logro ver alguna constelación que me hace sonreír. El otro día me di cuenta de que si junto tus manos logro hacer un camino con tus lunares, y si apunto hacia mi corazón, te quedarás siempre en él. También descubrí lo bonito que es cerrar los ojos cuándo me abrazas. Y escuchar como susurras que soy la única. Tú eres una Serendipia. Un accidente genial y precioso. El que consigue que logre ver esas constelaciones en el techo y que procura que no se me enfríe el café. Ni el corazón. Ni los pies. Aunque los tuyos siempre estén fríos, y parezca que lo odie, en realidad me hace gracia. También me gusta perder la mano entre tu pelo. Y darme cuenta de todo esto mientras los pies se me enfrían, y el corazón, y las manos. Y saber que cuando vuelva tú calentarás mi vida, mis sueños, mi corazón. Como el accidente bonito que eres, apareciendo sin avisar cuando más te necesitaba. Lo confieso, siempre tengo frío porque adoro que me des calor. Y te prometo que cuando vuelva te voy a dar un abrazo volador con el que pararemos el tiempo. Te contaré como es la soledad de ver la lluvia por la ventana, porque los lunares forman estrellas y lo mucho que te adoro.