Cuando éramos superhéroes y sobrevolábamos los tejados
salvando el mundo. Cuando éramos los mejores. ¿Te acuerdas? Nosotros, los de
entonces, ya no somos los mismos. Ya nadie trae café y tostadas con mermelada a
mi cama, ni me sube a las estrellas por la noche. Ya no hay playa, ni mar, ni
cielo que nos desgarre y nos haga gritar todo aquello que somos, y seremos. No
existen las promesas a medio hacer ni los sueños compartidos, y nadie se mete
conmigo en la bañera a parar el tiempo. La televisión se ha vuelto en blanco y
negro, y nadie canta “all you need is love” entre estas cuatro paredes. Ya
nadie me acompaña al Ikea y se inventa una vida conmigo, una vida en la que tú y
yo somos uno, en una casa con girasoles y con vistas al mar, una casa donde
compartir una vida, donde escribir y querer, quiero decir, querernos.
Yo si me acuerdo, me acuerdo de cuando salíamos a defender
la noche con nuestras capas, o de cuando tú te convertías en mi superhéroe.
Recuerdo la vez que me empeñé en que podía volar, y tú me paraste justo antes
de saltar por la ventana, y para que no me enfadara me compraste un viaje en
globo para sentir la libertad sin tirarme desde ningún sitio. Aquellos tiempos
en los que apostábamos por las cosas difíciles y los objetivos lejanos. Cuando
mi porción de mundo estaba incompleta cuando tú no estabas en ella. Los
momentos en los que nos preguntábamos cuál sería nuestro siguiente salto
mortal.
¿Y ahora? ¿Ahora qué? Dime, ahora que no estoy yo, ¿cuál es tu
salto mortal?