Nuestras noches, que terminan en bares extraños y yo dormida
sobre tus piernas de vuelta a casa. Nuestras noches largas y frías, en las que
brindamos con un colacao por las noches que vendrán, como dos pequeños seres
inocentes que luego se van a la habitación a descubrir sus rincones, a pintarse
palabras sobre la espalda. De banda sonora la lluvia y los jadeos, y mis labios
tatuados en tu piel. Tienes el invierno en la mirada y me encanta. Me encanta
como me besas el cuello y como deslizas tus dedos por mi cuerpo, como si fuera
de caramelo y se fuera a romper. Como enciendes las velas una a una, mientras
que yo te miro soñando con lo que vendrá después. Y sobre todo como me susurras
te quiero, como un secreto, como si yo fuera la única que puede saberlo.
Pero luego te vas, siempre te vas, y yo siempre te espero. A
veces tardas demasiado en volver y me gustaría cambiar la distancia por besos.
Esta casa está muy sola sin ti, sin un “nosotros”. Te echo de menos desde el
sofá, con mi vieja manta y viendo falsas películas de amor, con un chocolate
caliente como el que tú me hacías y que ni siquiera bebo, porque me duele el
recuerdo.
Vuelve a casa cielo, que el mapa de mi mundo se reduce a tu
cuerpo.