viernes, 3 de junio de 2011

Cada vez más frágil...


El rímmel de las pestañas le resbalaba por las mejillas formando surcos oscuros sobre su pálida piel. Notó el vacío entre sus dedos, y el frío en sus labios. Aquel hueco que él solía llenar, en el lado izquierdo de su pobre corazón (y una interminable enumeración de momentos en su vida), ahora estaba poblado de oscuridad y soledad. Las marcas y cicatrices se dibujaban y sucedían sobre las venas de su brazo derecho, y el amor le provocaba lágrimas esporádicas que contraían su cuerpo provocándole escalofríos, y le hacían retorcerse de dolor. Aquellas palabras resonaban en su cabeza y se le clavaban como cuchillos en el estómago: "no quiero volver a verte", "no me aportas nada bueno", "tengo miedo de fallarle a ella si estoy contigo". Se le agrupaban los buenos momentos en la memoria y los malos huían en busca de otro corazón que atormentar. Ahora sólo recordaba ese primer beso, ese primer aniversario y ese primer paseo. Porque él siempre había sido el único que podía hacer que su corazón latiese más deprisa y más despacio al mismo tiempo.