Pero no hay alegría. No hay estremecimiento. No hay nada. Silencio. Miedo. Oscuridad. Y me hecho a llorar con rabia. Lloro porque no siento todo lo que me gustaría sentir.
Lloro porque a veces no hay culpa y no quiero hacer sufrir a nadie, pero me siento malvada, desgraciada.
Preguntas, demasiadas preguntas para ocultar una única verdad que ya conocozco. Pero otra cosa es admitirla. Admitirla significa doblar en la próxima esquina y coger otro camino. Luego me busco. Me miro en el espejo. Pero no me encuentro, soy otra...
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Un rebelde